domingo, 4 de diciembre de 2016

Duda existencial

El otro día tuve una especie de revelación, a la que no dejo de darle vueltas por lo evidente que es pero que ha puesto patas arriba toda mi existencia...

Desde pequeños, nos enseñan una enorme cantidad de datos que van llenando de información nuestras neuronas. Primero en la escuela.



Luego en la universidad, quien llegue a estudiar una carrera. Datos y más datos, todo teórico.



Que deberían prepararnos para el mundo laboral y entrar en una buena empresa, pero pronto nos damos cuenta de que apenas recordamos tantos datos y que lo que se nos pide es experiencia. Experiencia que se va consiguiendo a la vez que se trabaja. Curioso, ¿no?





Pero mi reflexión fue más allá. Si has empezado en primaria y has llegado a hacer una carrera, has estado estudiando y haciendo exámenes de datos inútiles entre 15 y 18 años (en mi caso fueron 22 porque la carrera superior de informática se me atragantó). Genial.

Y a todo esto. ¿Quién nos enseña a vivir, a relacionarnos con los demás, a estar bien con nosotros mismos, a ser felices en resumidas cuentas? Todos y nadie en particular.

En teoría deberían ser los padres.



O tal vez los maestros y profesores.



¿O quizá la sociedad en su conjunto?



Si has tenido suerte y no has tenido malos ejemplos o vivido hechos traumáticos o influencias negativas en tu familia, en la escuela y en la sociedad, tal vez cuando tengas una mediana edad disfrutes de familia y amigos.



Pero si tus padres sólo discutían.



Si tuviste una infancia aislada  y problemática con otros niños. Si la sociedad donde creciste te discriminaba...  El resultado será la soledad.



Y no es justo, joder, no es justo.

Así que yo propongo que desde primaria hasta cuando sea exista una asignatura de inteligencia emocional que nos enseñe a tener autoestima y querernos a nosotros mismos (y relacionarnos adecuadamente con los demás).



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